Lo que yo quiero decir es América Latina...

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jueves, 21 de febrero de 2008

Páginas de díario

Aquí asistirá el lector a las páginas de un díario inconcluso, se caragaran días sin orden lógico, jornadas inconexas, pero llenas de sentido...

Día 1

La confrontación de los sueños con la vida real es un hecho que puede resultar devastador si no se esta lo suficientemente preparado para ello y aunque se estuviera; como lo es mi caso, el hecho resulta de una dureza cruel, tanto que pone a tu corazón a tambalear en una cuerda creyendo que vas a caer al vacío y de allí nadie te podrá sacar. Estos sucesos de confrontación suceden en todas las esferas, académicas, laborales, sentimentales, pero pienso que con algo tan puro y sentido como son los sueños que se vienen alimentando tanto tiempo resulta casi escabroso, lo tienes ahí en la punta de tus narices y pareciera que se hace añicos, pero esto es lo interesante, llegar a la cima, casi tocarla y entonces pensar que es una ilusión. Mi anhelo de recorrer Suramérica en bicicleta estaba alimentado desde hace mucho tiempo atrás y todos estos días trataba de recordar cuando fue que este empezó a gestarse. Había creído que fue cuando descubrí en la Internet la historia de aquel español que decidió llegar hasta Estambul desde su casa, un viaje que no duraría demasiado dada la distancia, pero que termino siendo de cuatro años de duración y con una vuelta al mundo. Y es que así son las cosas, los bellos sueños alimentados de la más pura sinceridad. Pienso en aquel español y en cuan vasto vería el mundo desde la frontera entre Asía y Europa, cuantas baterías no tendría para estar en ese otro borde, ese abismo lleno de posibilidades. Pienso también en la frase del desesperado kafka que nos dice: “A partir de cierto punto no hay retorno posible, ese es el punto al que hay que llegar”. Así entonces quedo la historia del español, como una especie de germen para mí, pero ahora en estos días que ya surco el camino y hurgo en mi memoria creo recordar cual fue la semilla de todo. Fue un lejano día en algún momento de aquel diciembre de 1997, en un viaje, mi primer gran viaje en auto stop, en aquella ocasión hacia la guajira colombiana. Bajando hacia Puerto Valdivia, subían unos cansados bici viajeros, un grupo como de cinco personas, entre hombres y mujeres, además un tipo bastante mayor y claro, surgió en mí la inmensa satisfacción e irrumpí con la sonora pregunta desde el carro que velozmente nos llevaba… ¿de dónde vienen? Y una de aquellas personas aunque cansados victoriosa grito: ¡Canadá! En aquel momento se dibujo en mí un mapa interior y ahora que lo pienso; pues en aquel entonces no conocía la sentencia, sigue teniendo mucho más sentido la frase de Stevenson: “No hay mejor materia para un sueño que un mapa”. Dibuje a Canadá en mi interior, visualice la ruta hasta Colombia para ubicarme con estos ciclistas. Yo no sabía que haría lo mismo, pero ahora 11 años después montado sobre la dama de los radios ardientes, mi bicicleta decido rodar. Hablaba líneas atrás sobre la confrontación del sueño con la realidad y es que yo, gran conocedor de historias y viajes , el mejor lector de cuanto periplo viajero se publicase en la red, yo, el gran conocedor de alforjas, mapas, rutas, consejos sobre equipaje, era bien poco lo que había experimentado en realidad sobre la bicicleta con todos estos aparatajes. A pesar de haber rodado mas de 12 años con la negrita y con ella me haberme aventurado a hacer duros viajes, no sabía lo que me esperaría en realidad. Como dice una frase de Bacino Ponce de león, escritor uruguayo, en aquel precioso libro llamado “Maluco”, que relatara de otra forma el viaje de Magallanes, diciendo: “A grandes sueños, grandes porrazos”. Mi primer gran porrazo sucedió minutos antes de partir, al darme cuenta de cuanto pesaba mi sueño. Demasiado equipaje y la imposibilidad de cargar con él, hicieron que el desespero y la angustia se apoderaran de mí transitoriamente, pero como también he dicho mi espíritu es bastante fuerte para dejarme amedrentar por una carga de peso. Inmediatamente con la oportuna ayuda de mi hermano y mi gran amigo Camilo disminuimos peso y reacomodamos el equipaje, a sabiendas de que seguiría siendo mucho. Claro esta que este viaje para mi es el continuo aprendizaje, la lección de nunca acabar. Ahí estaba la primera batalla, la otra, una de las más fuertes quizás, era tomar aire, darse vuelta, ver por última vez la casa que habite tanto tiempo y mirar a mi madre con los ojos encharcados por las lágrimas más sentidas que se puedan derramar. Su abrazo y sus palabras arrancaron las lágrimas de todos los que estábamos allí, pero como siempre he sido malo para las despedidas y la ansiedad era incalculable partí pronto en compañía de mi amigo camilo que me acompañaría el primer tramo. Cuestión que en últimas no se pudo hacer en bicicleta, pero que mi buen amigo hizo en su moto y hasta allí me acompaño. ¡Gracias Gran Camilin por ese gesto!

Y entonces se sucede, el camino tantas veces transitado me acompañaba, una mañana tranquila, fresca, de esas que sabe Medellín, la de la eterna primavera dicen, a la que tanto cante y a la que tanto insulte también con su afán de progreso olvidándose de ella misma. Yo rodaba esa mañana casi que por un pueblo fantasma, creo que la emoción no me dejaba ver nada, no reconocía la ciudad. Mi peso me apegaba más a la tierra y yo solo quería volar, volar rápido, en suma ya estaba cansado de ver tantas veces lo mismo y necesitaba el camino, comérmelo para salir de allí. Así fui pasando por Bello, Copacabana, pasando de soslayo por Girardota, bordeando Barbosa y adentrándome en la carretera que me llevara a Cisneros, lugar al que alguna vez fui con la negrita, pero que ahora no merece mención. Por supuesto esta vez todo se veía diferente, aunque la memoria; pienso que la corporal, esa que me acompaña y me ayuda a acordarme por los lugares que pase mientras iba caminando o rodando, me hacia sentir tantos lugares. El factor predominante del trayecto fue la fatiga, haciendo que cada pedazo de asfalto se sintiese como ningún otro. En momentos como estos si que se piensa. En ese instante te resuenan las voces de tus amigos que te dan aliento, recuerdas todas las líneas leídas de historias soñadas y piensas que ya estas incursionando escribiendo otra página con sudor, esfuerzo y ganas, muchas ganas. También en aquellos momentos escuchas las voces de los que callaron o de los que te dijeron cuan loco y errado estabas, pero paradójicamente estas también te alientan, tal vez más que las otras quizás, no se, de pronto será por ese espíritu competitivo que tenemos en ciertas ocasiones los humanos y que hace que nos alimentemos de esas pequeñas ráfagas de odio. En todo caso me mantuve con un esfuerzo casi sobre humano, este, mi primer día de pedaleo hacia la construcción de mi sueño, en la creación de mi nuevo estilo de vida, en esa otra forma de escribir que es rodar sobre una bicicleta, siete horas como lo hice este primer día y saber que si se puede construir el camino que quieres y cumplir tu meta. Mi meta ese primer día saliendo a las 8.30 a.m. y llegando a las 3.30 p.m. fue el pueblo de Cisneros, donde la nostalgia viaja sobre rieles y en el aire queda el sabor de los vagones que ya no están.

martes, 12 de febrero de 2008

Dialogando con Colombia a pedalazos.

Esta es la materialización de un sueño de tiempos atrás. Recorrer Suramérica en bicicleta desde Medellín Colombia para pasar a Venezuela, bajar por Brasil, Uruguay, Argentina, llegar hasta tierra del fuego y subir por Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y regresar a Colombia. Un viaje sin tiempo y sin prisas que puede tardar años, con esa única premisa que proponía el maestro Fernando González, el filósofo de Otraparte: “El único sistema para viajar es la lentitud y detenernos donde nos coja el amor”. Entiendo por amor, un olor, una pasión, una música, el abrazo de un lugar. Este viaje comenzó el 2 de febrero cuando por fin salí de mi ciudad. Ahora 11 días atrás me encuentro en la ciudad de Cúcuta y con un poco de nostalgia, de esa que nunca me abandona miro atrás y veo los pasos andados, pedaleados en este caso. Atrás queda este país de contradicciones, un país que algunos pintan bárbaro pero los que a bien hemos tenido la oportunidad de recorrerlo sabemos que es otra cosa.
El sábado 2 de febrero cargue por vez primera a la Dama de los radios ardientes, mi bicicleta, nombrada así como un pequeño homenaje al poeta de mi tierra, Porfirio Barba Jacob, quien escribiera el poema, La Dama de los cabellos ardientes. La Dama aquel día quedo investida con sus mejores ropajes, le puse sus alforjas y demás atuendos y juntos salimos de viaje por fin.
Manejar la bicicleta así era difícil y los primeros pedalazos había que mantener el equilibrio, por lo demás había que dejar que el cuerpo fuera manifestándose, sintiendo el agotamiento por tanta carga, apenas me adecuo a estas nuevas rutinas en las que exijo tanto al cuerpo.
La meta del primer día fue el pueblo de Cisneros, su historia está ligada al paso del tren que unía a Medellín con Puerto Berrío en el río Magdalena, a la caña y los trapiches paneleros, un pueblo ubicado a 88 kms de Medellín y que ya alguna vez había surcado en bicicleta, ahora el peso y la emoción de tamaño viaje hizo que las cosas fueran diferentes, mas despacio todo se va viendo distinto y las ultimas cuestas en la cercanía a él hicieron que su llegada fuera aun más emotiva. Me quedo esa noche allí en alguno de sus hoteles cerca al parque y en la tarde salgo a recorrerlo, sintiendo en el ambiente la nostalgia del paso del tren, viendo sus olvidados rieles que se come la maleza, las bodegas que otrora estuvieron repletas de mercancía, el paso del progreso. Dejo Cisneros cargado de energía y recorro ese delicioso camino a Puerto Berrío, un camino plano que se deja andar fácilmente. 100 kilómetros me separan de él. Un calor que a veces desgasta y algunas cuestas hacen que el viaje se vaya sintiendo. Detenerse para hidratarse constantemente es una consigna en este viaje, paso a paso caen las gotas de sudor y en cualquier momento te puedes quedar sin energía por eso el agua se hace de vital importancia. La llegada a Puerto Berrío se hizo dura, el lugar pareciera que no aparecía en mi camino y luego se dejo ver en los letreros que lo anunciaban. Cansado por el viaje busco alguna posada y me instalo para cumplir con el sagrado ritual de la ducha y la comida que reponen las energías. En el puerto tienes que acercarte a ver cuan imponente es el río Magdalena. En sus orillas evocas la canción que habla sobre él, el río que se la pasa viajando y sabes porque es así. Un día para caminar por sus calientes calles y ver como hierve la vida, las casas coloniales que sobreviven al tiempo y la vida típica del puerto, con su comida de río, sus sancochos, sus pescados en fin. El viaje sigue y la meta ahora es larga, voy en búsqueda de mi primera gran ciudad, Bucaramanga. Se que el tramo es largo, 220 kilómetros a los que me lanzo con ímpetu para abarcarlos en dos etapas. En la primera recorro 120 kilómetros por extensas rectas que parecen no acabar nunca, bajo un ardiente sol el ganado te mira pasar con unos ojos de admiración preguntándote a donde vas, mientras pequeñas aves parecidas a halcones hacen lo suyo volando de rama en rama. Cuando el cansancio me vence pido posada en algún lugar en medio del camino y paso una noche difícil presa de los zancudos y el agotamiento pues no tengo como ducharme y duermo bastante mal al no poder poner mi carpa, pero son gajes del camino diríamos. Al otro día tempranísimo tomo camino y decido llegar a la ciudad sea como sea, un poco menguado en energías decido hacer los últimos kilómetros, una dura subida en bus para por fin y muy temprano estar en la ciudad de los parques. En esta hermosa y calida ciudad, la familia Pinzón me acoge y me trata como a uno más de los suyos. El contacto lo hice a través de la página de Internet couchsurfing, una herramienta bastante útil para los viajeros que posibilita el intercambio de alojamiento. Allí paso unos días maravillosos donde dialogo con ellos, me muestran un poco la ciudad, conozco algunas de sus avenidas, universidades, admiro la organización de la ciudad y me deleito con los guayacanes rosados que andan floreciendo por todos lados. El momento de la partida no deja de ser nostálgico pues en el poco tiempo que compartes con alguien que abrió las puertas de su casa tan gustosamente se crean lazos fuertes, igual sabes que le abres un espacio en el corazón y los llevas en tu viaje. Para salir de Bucaramanga se hace necesario de nuevo la ayuda del bus, pues hay que sortear una subida de casi 60 kilómetros y todavía no estoy en condiciones para ello. La subida es hasta el alto denominado “el picacho”, una escarpada loma, angosta, y que es bastante peligrosa por el cruce de carros muy pesados y la cantidad de buses que transitan por allí. En el alto las cosas son a otro precio, llegamos al páramo de Berlín y todo es frío, por primera vez siento frío en mi viaje y estoy feliz por ello. El paisaje cambia de manera considerable. Le vegetación de clima frío, los colores, hay ovejas pastando y los cultivos son como una pintura. Pedaleo en un frío que me llega hasta los huesos, acompañado por una leve brizna y con una meta muy definida, la ciudad de Pamplona en el norte de Santander. La constancia y el terreno hacen que pueda llegar a mi meta ese mismo día. Pamplona es una ciudad bellísima, la segunda en importancia con sus fiestas de semana santa, una ciudad religiosa por excelencia. Con un sin numero de panaderías puedes degustar un delicioso pan con café y despistar al frío. Visitar sus museos y ver la bruma que rodea sus montañas, en la ciudad cultural y estudiantil como reza el cartel que esta a la entrada. La salida de Pamplona a Cúcuta es una delicia para nosotros los ciclistas. Es el mejor trayecto que pude haber tenido en todo el viaje, kilómetros en bajada, un clima delicioso y unas rectas que se dejan pedalear. Llegar a Cúcuta es el cumplimiento de una primera etapa en este largo viaje, es saber que se puede seguir adelante cumpliendo un sueño por cuenta propia. Es estar a un paso de la primera frontera y empezar ahora a sumar países, costumbres diferentes y seguir aprendiendo pedalazo a pedalazo.

lunes, 4 de febrero de 2008

Tira los Dados

El poema que quiero publicar a continuación me acompaño durante mucho tiempo y me dío muchísimas fuerzas para hacer lo que ahora estoy haciendo, ir detras de un sueño que coseche hace mucho tiempo. ya estoy en camino y auque ha sido duro no dejo de recordar estas lineas que estuvieron sobre mi escritorio tanto tiempo alentandome de una manera particular.

Tira los dados

"Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
De otro modo, no empieces siquiera.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
Tal vez suponga perder novias, esposas,
parientes, empleos y quizá la cabeza.

Ve hasta el final.
Tal vez suponga no comer durante 3 o
4 días.
Tal vez suponga helarte en el
banco de un parque.
Tal vez supongo la cárcel,
Tal vez suponga mofas, desdén,
aislamiento.

El aislamiento es la ventaja,
todo lo demás es un modo de poner a prueba tu
resistencia, tus auténticas ganas de
hacerlo.

Y lo harás a pesar del rechazo y las
ínfimas probabilidades
y será mejor que cualquier otra cosa
que puedas imaginar.

Si vas a intentarlo ve hasta el final.
No hay sensación parecida.

Estarás a solas con los
dioses y las noches arderán en
llamas.

Hazlo, hazlo, hazlo.

Hazlo.

Hasta el final.
Hasta el final.

Llevarás las riendas de la vida hasta
la risa perfecta, es la única lucha digna
que hay."

Charles Bukowski (1920-1994)