Lo que yo quiero decir es América Latina...

Lo que yo quiero decir es América Latina...

jueves, 30 de octubre de 2008

Periódico Argentino.

Noticia que se publicó en el diario "Primera Edición" de la ciudad de Posadas en Argentina.

http://www.primeraedicionweb.com.ar/index.php?idnoticia=8951&dgprincipal=nota&tipo=impreso&idEdicion=465

domingo, 19 de octubre de 2008

De Asunción a un pedacito de Argentina.

Me despedí de la capital de Paraguay como me gusta hacerlo, caminando por su centro, volviendo siempre a él. Ese día el calor de este trópico rebelde azotaba la ciudad, los buses se movían más lentos y todo tenía ese sopor tan típico en días como esos. Centro llano de locales medio abiertos, centro limpio pero olvidado, ese Paraguay del desarrollo a medias, ese pueblo castigado por años de dictadura disfrazada con las máscaras comunes. Fui al puerto en busca de vientos y cebadas para despedir a la ciudad, para decirle un adiós a largo plazo, sé que me demorare para pisar de nuevo estas tierras donde el amor no se afinco mucho, pero claro que queda un sentimiento de gratitud. En esa pequeña tienda del puerto bebiendo una robusta cerveza pensaba en el pedazo de Paraguay que me fue dado conocer y las capitales que son la muestra del país pero que por supuesto no lo son todo, se concentra la gente y la industria pero se escapan tantas cosas. El Paraguay del guaraní no se escucha tanto en la capital, nuestras lenguas autóctonas para algunos son vergüenza y en las capitales que son de todos y de nadie hay muchos fantasmas que hablan. Iba más lento el día con la cerveza en el puerto, pero mucho más llevadero, el calor se apagaba y los recuerdos como siempre, se adherían a la piel que es lo más profundo, como bien decía Paul Eluard. Había que partir de la capital entonces, montar a la dama que se encontraba rozagante por la reparación que le hicieran, cadena nueva, piñones nuevos, nuevas pastas de freno y un baño rejuvenecedor, ella es mujer yo la entiendo, a ellas les gusta ese tipo de cosas por el cuento de la vanidad, mi chica también es vanidosa. El calor del día anterior se extendió al siguiente y bueno, hay que bendecir al rey sol pero los reyes a veces abusan de su poder y este hoy se estaba excediendo, pegaba duro, con fuerza, menos mal la dama sabia como llevarme en su lomo, pero en ocasiones y con gran dificultad remontábamos pequeñas cuestas que cortaban las extensas rectas que iban apareciendo en el camino que dejaba Asunción por aquella, la ruta número uno como es llamada. Me encontraba literalmente bañado en sudor y los kilómetros llegaban lentos, en ocasiones los caminos no son de mantequilla si no de barro y este era uno de esos. Había que parar mucho e hidratarse aun más, al medio día con el sol en la cúspide se hacía imposible pedalear, necesario parar a comer algo y en uno de esos pueblitos en medio del camino me detengo, es notable ya aquí la presencia del guaraní, la otra lengua del país. Con soltura la gente se comunica en ella, yo ignorante escucho como testigo mudo. La gente se sigue interesando por esta, mi historia de recorrer Suramérica en bicicleta, la Dama y yo seguimos sacando expresiones de asombro cuando contamos de dónde venimos y como cada vez nos alejamos más, más es el asombro. Después del almuerzo hay espacio para una charla con los locales, a falta de cafecito, un dulce y una buena conversación y la oportunidad para saber quién es quién. Una profesora de guaraní me cuenta de cuan viva esta esa lengua, me trata de enseñar algo, pero nada, me es difícil. Hay que seguir camino a pesar de que el sol no se calma, las rectas desafían pues es ahí donde quedas a merced de él, tengo que hacer otra parada en una estación de servicio, el sol es implacable hoy, pero es bien, tengo más conversación, mas de esta lengua local, un dulce de maní que me regala una anciana que vende dulces, Latinoamérica no defrauda, descansa y te agarra donde estés. Cuando ya he cumplido con un kilometraje justo y el cuerpo se manifiesta me detengo en mi primer pueblo, San Roque y vuelve una mano amiga. Silvino es un joven del cuerpo de bomberos, su boina negra con una estrella roja en el medio me habla algo de quien es, por supuesto me tiende su ayuda y entre un refrescante tereré dejamos caer la tarde mientras él me habla de este su golpeado país por la eterna dictadura. Me habla del posible cambio que puede venirse con Lugo, el nuevo presidente, conversamos sobre las paradojas de nuestra América. Paraguay tiene la mayor represa del mundo y falta luz, es costosa y más de la mitad de la represa no es de ellos, en el mismo San Roque hasta hace poco llego la luz, me contaba de lo desesperado que se encontraba antes de las elecciones pasadas y me decía que si la hegemonía del partido colorado seguía, él tomaría decisiones extremas, yo lo entiendo, a eso nos llevan estos caudalosos ríos que duermen pero que acaban con todo. Seguí al día siguiente para llegar a San Miguel, entrar en el departamento de misiones y dormir por vez primera con la policía paraguaya, amables como siempre pude poner mi carpa en sus terrenos. Ellos se siguen comunicando en guaraní yo me sigo sintiendo perdido, quién pudiera habitar tantas lenguas. Al otro día el panorama climático cambió y una lluvia me puso en problemas, fina lluvia sin rumbo, fina lluvia indecisa y yo queriendo continuar. En un acto desesperado me lanzo a la ruta pero como era de esperarse la lluvia me toma en sus manos y por espacio de 17 kilómetros nada que hacer, seguir por las rectas hasta el pueblo más cercano. En momentos como ese todo si que va lento, pesado, adverso, soy un caracolito que no puede moverse y no ve más que un lejano horizonte y hay que armarse de kilos de paciencia para mantenerse, pero llego, llego y hago una pirueta que no me molesta, no soy héroe, ya lo dije, no me gustan y entonces tomo un bus que me lleve cercano a mi próximo país. El pronóstico son dos días de lluvia que me tendrían quieto y gastando el dinero que me falta y entonces 170 kilómetros se hacen fácil en uno de esos viejos buses que se mueven en tierras paraguayas, voy a la ciudad frontera, Encarnación, que conecta con tierras Argentinas a la ciudad de Posadas. La frontera es bastante particular, muy tranquila con poco tráfico de personas y automóviles, debo ir esa ciudad y estar poco en Argentina, luego cruzaré de nuevo a Brasil para seguir mi camino hacia el sur del continente. Estoy en un nuevo país, el quinto en esta travesía y la ciudad de Posadas es una pequeña introducción para lo que será la Argentina de más adelante. Vuelve a suceder que hablo de estar en Argentina y para los otros solo existe su capital, yo estoy bien al extremo, en el norte del país. Posadas es un bello rinconcito, tranquilo, con un clima supremamente agradable y donde soy muy bien recibido y claro, esto es Argentina, la del mate, la del vos, la de la tradición europea de pastas y de vinos, pero bella y acogedora como ella misma. Un centro pequeño que se deja recorrer, unas costumbres diferentes para mi, un manejo de horario inquieto, locales que mueren al medio día para volver a las cuatro de la tarde, podríamos decir que los argentinos se toman su tiempo. Todo aquí está bien puesto y también hay puerto, hay barquitos que también descansan en su cascarón, la costanera que bordea el inmenso río Paraná va por toda la orilla y es delicioso pasearse por ella, uno saluda desde allí a la ciudad de Encarnación, se puede sentar a tomarse unos matecitos en sus bancas y ver cómo pasa el día, los hay deportistas que van de aquí para allá, los hay que caminan lentos al ritmo del viento, los hay desprevenidos que solo van. Yo fui de aquí para allá recorriendo cada calle, atento a lo que oía y veía, y lo que más recuerdo es estar tomándome un mate en el tercer piso de la ventana del apartamento de mi amigo Fabricio mirando al horizonte, hacia el sur, pensando en la todavía lejana Ushuaia que algún día rodare con mi Dama, pensando en ese frío y distante sur donde se acaba el mundo.

lunes, 13 de octubre de 2008

Paraguay. De lo que es, no es o lo que fue.

Voy entrando a otro país, a su lógica especial y esta Latinoamérica tan mía no deja de sorprenderme con sus cosas. Me siento más latinoamericano que colombiano mismo, me siento más de todos los lugares por los que voy pasando y hace tanto tiempo soñé, recorro sus carreteras y soy testigo, la mayor de las veces mudo, soy testigo. Cada lugar me duele tanto como el siguiente por eso cuando veo dificultades y diferencias me siento más movido que cuando veo el candor y la fiesta que muchas veces son nuestro escape a lo que no puede ser. Paraguay me volvió a recordar una parte de lo que significa ser latinoamericano. De muchos lugares se puede decir que parece que el tiempo no avanzara, que estuviera detenido. Con Paraguay sucede algo particular, su tiempo no es el tiempo continuo, pero tampoco el detenido, es un avance de cauchera, hay un estiramiento momentáneo, un avance y luego si un tiempo detenido, es el reflejo de nuestros pueblos, ese impulso, esa fuerza que tenemos para, pero luego hay tantas tantas cosas que nos detienen y entonces el barco se queda a mitad de camino y va naufragando lento, sucumbe, nos volvemos anfibios que aprenden a respirar bajo el agua, bajo las eternas dificultades que nos sepultan, hasta que venga otra momentánea marea que nos saque a flote y venga otro efímero triunfillo. Después del gigante brasilero todo quedaba cerca, tudo fica perto como dirían allá. Así es como solo 330 kilómetros me separaron de la capital Asunción. Fui pasando rápido, con paso seguro en esa línea recta que me llevara a mi destino, al centro mismo del país, donde todo acontece, o no acontece según como se le mire, pasando por Juan Manuel frutos, Coronel Oviedo, Itacurubi de la cordillera, Caacupé. Fui atravesando pueblitos, pequeñas poblaciones, ciudades, en esas rectas de campos de soja, cultivos de yerba, la yerba del mate y el Terere, tan consumidos aquí. Terere frío y refrescante, Terere de todas horas, Terere costumbre, de menta o clásico, pero siempre rico. Un termo con abundante agua fría que dure bastante y la bombita con la yerba, siempre Terere, siempre Paraguay, así sabes quien es quien aquí y afuera. El mate lo dejamos calientito para la mañana. Así iba avanzando entre nuevos términos, por aquello de que somos lenguaje y el lenguaje es movimiento también. Un copetín, una despensa, una milanesa, una gomería, minutas, chipas, chipa guazú, lomiterias, tantas cuestiones por descifrar. Un Copetín que es un lugar donde venden comidas rápidas, osea, unas minutas y una minuta que puede ser una milanesa, que es lo que en mi tierra llamaríamos carne apanada y si te pinchas vas a una gomería osea a un montallantas. Lo otro son comidas para reafirmar aquello de la unidad, seguimos con la conexión del maíz, y la yuca. La yuca que es Mandioca aquí, la que te sirven en todos los platos, el acompañante de siempre, estamos alimentados por las raíces de la tierra, la misma que desechamos y ensuciamos hasta el cansancio y la inconciencia.
La cuestión del tiempo en suspenso se nota con fuerza en la capital, Asunción. Aquí me saludan viejos buses que me recuerdan a las provincias de Colombia donde esos antiguos artefactos todavía se pasean ofreciendo transporte eficiente, de algún modo todavía se mueven, sus latas truenan por todas las calles, aquí los buses “nuevos” son los del vecino país, los que brasil desecho. Latinoamérica es como el reflejo de una familia y aquella situación donde la ropa del hermano mayor pasa a la del más pequeño y así hasta que el resorte no aguante más, hasta que la transparencia aparezca y develemos nuestra humilde humanidad, tenemos que vivir todo prestado porque el desgrano de nuestras economías a manos de políticos ineptos; perdón el eufemismo, no da para más. Lo de los buses es solo una parte, pero no deja de asombrar, aunque por el golpe de cauchera también veo una Asunción que progresa bajo la sombra de su gran represa, Itaiupu, la más grande del continente, que provee luz y energía, también la venden, de ella se toma más que agua para transformarla en progreso cuando se quieren dar esos grandes pasos, invertir en educación, en el país. Así tenemos una Asunción con un centro limpio, organizado y unas construcciones que impresionan, en el panteón de los héroes descansa la sangre que se derramo en sucesivas guerras, como decía Roberto Zuco, todo héroe descansa y se yergue sobre sangre, es por eso que nunca me han gustado los héroes. Te sigues paseando por el centro histórico y te saluda el majestuoso palacio de gobierno, palacio de los López edificación bella, antigua, un poco más al lado esta el palacio legislativo, edificación nueva con ese modernismo tan forzado de espejos superpuestos que en este caso me sacan de casillas y me muestran la ceguera de quienes planean, lo digo por varias cosas. Al nombrado palacio lo cubren miles de espejos y justo en frente hay un barrio miserable de casuchas que se sostienen como pueden, literalmente en ese palacio se ve reflejado la miseria. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?, al lado de nuestro poder esta instalada la miseria que se sostiene por puro milagro, esa que ellos mismos edifican, su suntuosidad con el perfecto contraste de la pobreza que generan. Al lado del palacio de los López hay un pequeño parque con un sonoro nombre, “Plaza de los desaparecidos”, en la que un solitario hombre hace una huelga de hambre, ya lleva 28 días allí, yo espero que esa solitaria hambre tenga alguna minina repercusión, ya que todas estas hambres nuestras no han sido escuchadas. El primer día que recorrí el centro de la buena Asunción contabilice cinco manifestaciones populares en la calle. Los mismos temas de siempre, educación, transporte, terrorismo de estado, estampas comunes de un mismo mosaico. Como también hay espacio para las buenas sorpresas aprendo que Asunción tiene un puerto, ¡Ah los puertos!, barcos que entran y salen. Aquí no hay mucho movimiento, también hay otra huelga, pero eso no impide sentir el poder del agua, en este caso el agua de río que navegara camino a la mar, de los barcos que descansan para remontar aguas, del poder de una aduana, de lo que llega camino de las aguas en el puerto de Asunción.
El punto de encuentro amable siempre se dará con la gente, somos nosotros lo que construimos lo que en parte somos. Yo voy tratando de buscar eso que la gente tiene para dar sin tener que pedírselo, eso es lo que hace a un pueblo. Por supuesto Paraguay tiene mucho para dar. Repiquetean los teléfonos y muchos buenos amigos me dan la bienvenida a la capital, ya me la habían dado a la entrada al país y el camino también hizo lo suyo. En aquella estación de servicio donde pase la noche escuchando música colombiana, el recuerdo sonoro de la patria, el refresco local que me regalaran, mis primeras palabras de Guarani, la otra lengua del Paraguay, la que se me escapa de los oídos, la que no logro aprehender. Lengua como un fuerte, impenetrable para quien viene de afuera, lengua indígena, resguardos que se niegan a morir. Latinoamérica no muere, agoniza pero no muere. Hablaba de la gente, de la que todavía sonríe, Paraguay tiene una forma particular de sonreír ante las adversidades, su debilidad hace que mire un tanto hacia fuera, es común, cuando no tenemos de que asirnos miramos hacia fuera en vez de construir para dentro. Cerveza extranjera, modelitos importados, mucho bar ingles e irlandés, la gran paradoja, venerar a quien fue verdugo hace tiempo y quebró el puente del verdadero progreso cuando se era prospero y solo se quería buscar una salida al mar, tener un pedacito de cielo y terminar vilmente aplastado. La historia hace sus fisuras que el ejercicio de la memoria tiene que reparar, eso se reclama aquí y en todos nuestros pueblos, quiero irme de Paraguay y que cuando vuelva me encuentre al tiempo rodando junto con la gente no siendo aplastados en silencio por el, quiero un país que se mire de verdad y no solo al encuentro de once jugadores tras una pelota, hay que recordar que la patria definitivamente es y tiene que ser otra cosa.

domingo, 5 de octubre de 2008

Reportaje en Laranjeiras do Soul

Noticia que salió en el diario "Correio do Povo" en la ciudad de Laranjeiras do Soul.

http://www.jcorreiodopovo.com.br/noticias/?url=aventura-de-bike

Frontera Brasil – Paraguay, la nueva Ciudad del Este.

Mi salida de Brasil fue como el final de la película “El Gran Pez”, de Tim Burton. Mientras pedaleaba buscando la frontera se me iban apareciendo todos los personajes de mi estancia en Brasil, iban desfilando por la carretera y me saludaban, justo así como en la muerte de “El Gran Pez”, solo que yo no moría, o tal vez si, un poco, era otra despedida en sostenido como son las muertes, mi muerte por la salida de Brasil, los hombres que son las historias se pasearon al lado de la carretera para que el olvido nunca llegase. De repente una estructura gigante que dice “Receita Federal – Brasil” se me presenta, es la salida y yo no lo puedo creer, el nuevo caos me recibe, una interminable fila de automóviles se agolpa para entrar y salir, es la frontera, el paso, el puente. Entrar para sellar el pasaporte de salida, es como si marcaran a la res, hay dolor, hay distancia. Me preguntan si salgo definitivamente, tengo que decir una mentira, digo: Si. Se que ya nunca saldré definitivamente de ese país. Me despiden con otra sonrisa, soy el único que esta sellando el pasaporte y tengo que volver al flujo de carros y peatones que se dirigen a Paraguay. Decidí cruzar el “Ponte da amizade”, como se llama el puente que une los dos países, a pie, por la acera, como un peatón más, mas lento de lo que podría hacerlo en la bicicleta. De bicicleta en mano cruce el puente aquel sábado 27 de septiembre, seis meses se sellaron aquel día de mi paso por Brasil. La altura del puente era la de mis vivencias, arriba arriba, el agua verde que va hacia las cataratas se paseaba diáfana allá abajo y los autos no caminaban, día de tumulto en la frontera, en la frontera con más movimiento comercial posible en toda Latinoamérica. Ciudad del Este te recibe como una pintura abstracta, es un Pollock en movimiento. Ruido, suciedad, gente que va y viene. El cartel que te da la bienvenida a Paraguay tiene el 95% de publicidad en artículos digitales y electrodomésticos, eso ya te dice algo de a donde vas a entrar, solo abajo hay un ínfimo: “Bienvenido a Paraguay”. Todas las fronteras tienen su lógica y sus puntos en común, esta por supuesto no escapa a lo suyo. Los cambistas de dinero están a los costados de las calles jugando con la economía, como bancos del juego Monopoly, juegan con su monedas y sus precios, te dicen el precio que ellos quieren y si estas de suerte te dan todo el dinero de verdad. Las fronteras son el cruce de lenguas y monedas. La de la entrada a Paraguay es bastante particular, el portugués y el español se dan la mano todavía junto con la lengua local, el guaraní, es una fantástica babel, sin que se escape que por ser frontera de jugosos bajos precios y contrabando otras culturas por años se han afincado aquí para hacer negocio, libaneses y coreanos tienen su parte. Es común comprar y vender en, Guaraní paraguayo, peso argentino, real brasilero, dólar americano, en fin. Campea esta economía loca de productos variados, aquí consigues desde una aguja hasta lo último en tecnología, desde una galleta, hasta peces disecados del Japón. La frontera no tiene un único producto todos juegan en la calle, en esa empinada calle que te va llevando adentro de la nueva ciudad, la famosa Ciudad del Este, la que mira a Foz de Iguazú a través del rió. Ciudades casi hermanas de productos y servicios. En esas ciudades de fronteras todavía te sientes en el país que acabas de dejar pues la economía sigue bastante ligada y el gracias y el obrigado conviven por mucho rato. Yo seguía de bicicleta en mano tratando de descifrar la lógica de esta frontera que paradójicamente no atropellaba, entre el nuevo sello que legitimaba mi estancia y la nueva moneda me iba dejando estar en Paraguay. Lo otro son las nuevas costumbres, la otra gente, los otros rostros, la común fascinación por mi viaje en bicicleta, las preguntas de rigor. En este Paraguay indígena, latino, mestizo, las nuevas costumbres me van sorprendiendo. Normal ver a la gente con su termo de agua fría, algunos con yerbas y ramajes dentro de el, y su bombita con pitillo, sorbiendo el bien conocido: Terere. Esta bebida tan Paraguaya que calma la sed y sigue la tradición, todo paraguayo que se respete anda con su termo, sorbe Terere. En cada país tienes que preguntar y descubrir su ley, si hay o no teléfonos públicos, cual es su comida, que es común beber, como orientarse, son cuestiones que el mismo país te ira indicando según te pasees por él. No choque con Paraguay, inclusive viniendo de un país tan diferente como lo es Brasil. Para mi Latinoamérica es una, tiene una unidad y no me sorprendió volver a ver buses viejos y destartalados, no me sorprendió volver a ver un tapete de basura y que no me recibieran con una sonrisa, así como una frontera tiene su lógica, un país si que tiene la suya. Paraguay con esas características de caos tiene una de las lógicas que mas me gustan, la del libre albedrío, la de que aquí esta todo por hacer, organizar la casa para poder luego salir a fuera, yo por mi parte estoy conociendo mi casa con todos sus cuartos y patios. Hay que mencionar la otra particularidad que solo se da en esta frontera, el punto de encuentro de tres países, aquí se saludan Paraguay, Brasil y Argentina, se bordean, se tocan y sobretodo lo hacen en el punto más bello, las cataratas de Iguazú, esa enorme caída de agua donde siempre habrá un arco iris y los pájaros se bañaran en esas aguas, aguas un poco disminuidas por aquello de que la tierra se seca, habla a su manera, pero igual no pierden la majestuosa belleza de la interminable caída de aguas y cada país sigue diciendo desde que lado se ve mejor, si del brasilero o el argentino, yo estaba en el brasilero y me sorprendió igual, estas cataratas siguen bañando la sed de muchos, propios y extraños y se siguen paseando por las fronteras como nos deberíamos pasear muchos solo que la burocracia sigue poniendo las barreras que solo para ellos existen, quien fuera agua entonces para saltar de catarata en catarata y no presentar pasaportes a la entrada de algún nuevo río.

Habláme de Brasil

¿De qué país querés que te hable? , son muchos este inmenso Brasil. El del norte, nordeste, el del sur, el del litoral, el de los deportes, el de sus comidas, sus bastas pasiones. Brasil son muchos, no se por dónde hablar de lo que tanto quiero hablar, de lo que tengo que hablar. ¿De qué país querés que te hable?, del que me despisto en el norte cuando no sabía su lengua y me asustaba lo desolado de su floresta, de no encontrar un alma en kilómetros y no llegar a ningún lado para después y como siempre llegar a casa, a la sonrisa de este pueblo que parece que nació alegre. De la jugosa melancia que me chorreo por las mejillas cuando la mordí, la más dulce, la del norte. No encontrara otra como esta me dijeron, es verdad no la encontré porque todo en Brasil es único, se puede repetir es verdad pero es único. De ese norte que es otro país, del que no sale en las postales más que cuando pasas a la amazonia para venderte exotismo barato, de la Roraima indígena, la de su reserva que asusta en extensión y diversidad. Norte alejado y distante, norte de precios inalcanzables y sutaque diferente, tonalidades de lenguaje, norte que me enseño mi primer portugués, norte de animales varios, de nubes de papagayos amarillos y azules, de armadillos que saludaban en la carretera, de macacos saltando de árbol en árbol, norte de serpientes que no me mordieron porque antes las mordió las llantas de los autos que van a millón y no pudieron parar ya sea para esquivar los huecos de carreteras olvidadas o por costumbre de ir siempre adelante. Norte sin norte, norte que divide el río más grande del mundo, río que separa al país. Puerto de progreso, Manaus cauchera, Manaus de mil barcos donde cabe el mundo entero, Teatro de Manaus, Teatro amazonas que canta al mundo en las temporadas de opera que todavía no se apagan, Manaus de bebidas más poderosas que el café, Guarana de la Amazonia, tantos frutos en un vaso. ¿Te hablo de las frutas?, ¿Qué te puedo decir yo que vengo de un país tropical y llego a otro que me presenta una fruta todos los días? ¿Ya probo…? Es la pregunta que se repite aquí. Y yo decía, no, no y no. Mi paladar se abría como flor en primavera para recibir esos nuevos frutos, Caju, Caja, Copo Açu, Acerola, Ate, miles de frutas todos los días, de todos los tamaños, de todos los sabores, de todas las regiones. Pimienta amazónica que me reta, hecha con los frutos que la gente cultiva en su quintal, que afortunados son. ¿Qué otro país hay?, muchos muchos y muchos mas si te sumerges en el río Amazonas mecido por estos titanics criollos donde duermes por cinco días y te despiertas luego en otro mundo, done se funde el sol en el horizonte que no alcanzas a ver. Luego llegas a Belen, belencito corazón como en la ciudad de Medellín, nombres que se repiten y todos tan distintos. ¿Qué país es este?, Brasil, el otro, el del otro lado del río, el de otras frutas, otros peces, otros mercados, mil olores, el de más puertos, porque quiérase o no este país es hijo de navegantes, hijo insurrecto al fin y al cabo que invento otra lengua y bailo y sigue bailando con su ritmo, el que no termina de re inventar. El del Forró Nordestino que se mezcla con los muchos otros y convive con la samba y la bossa nova, tan nueva y tan de aquí, tan de siempre. ¿Y el Brasil Litoral?, el de la costa claro, línea delgada y fina que alberga lo que muchos de afuera no conocen y los locales solo saben de nombres, porque este gran Brasil reta a quien lo quiera recorrer con esas distancias como para no llegar nunca. Ciudades que miran siempre el mar y se reflejan en el, en su danza de olas, en su agua de coco que calma la sed, en la condición de sentirse pueblos de mar, en asustarse cuando sabían que yo vivía lejos de la mar, que yo no era caribe como ellos, soy un hijo de las montañas, un montañero como diríamos en mi tierra. La línea del litoral esta llena de puntos que la cortan, esos puntos son puertos con toda la historia del mundo y hay un fuerte a cada tanto que defendía la soberanía, ahora el mundo tiende a convertirse en museo y la historia se cuenta desde otro lado. Pero este pueblo sigue escribiendo su historia con tranquilidad, con la tranquilidad de la brisa del mar que los mece o los adormece en ocasiones. Brasil, tranqüilo, Beleza, Brasil Tudo bem. ¿Y de las fiestas?, dijo Hemingway que París era una fiesta, no se si fue que no vino a Brasil, para ver que aquí siempre es una fiesta, así el carnaval; que es lo más conocido pero no lo único, dure tan solo tres días, la fiesta aquí es un saludo amable y si llegas a una casa entonces lo más probable es que haya un churrasco por que si y porque llegaste y porque también. La vida es la fiesta misma, es la celebración constante y el brasilero bien lo sabe, no hay brigas como dicen allá, no tiene por que haberlas, si hay un malentendido, pues bien meu filho vem com a gente para falar um poco. Hay carnaval y también fiestas juninas, las del nordeste con más fuerza, banderines de colores en las calles, parques, plazas, banderines que anuncian el baile y la comida, la licencia para más felicidad, este pueblo lo sabe, creo que no se lo tienen que recordar. Rueda el baile de muchas tarimas hasta las cinco de la mañana y las bandas con ritmos clásicos y los más nuevos que atrapan a la juventud, pero también creo que en Brasil no hay viejos o por lo menos no de espíritu. La línea del litoral te conecta con otros Brasiles y el negro de Salvador te tiñe el corazón, no es mentira, poderosos negros que embrujan con canto baile y comida, con su estela de energía venida no se de donde te embriagan y la bahía que es la de todos los santos te revuelca, pero hay un faro que te marca el camino. ¿Cuántos países llevo hasta ahora? Creo que no se pueden contar todos los que hay dentro del gigante, sería como intentar contar las sonrisas o los abrazos o las invitaciones que me hicieron o las puertas que se abrieron mientras lo recorría, soy malo para las matemáticas, tal vez sepa un poco más de amor y tal vez un poco más después de recorrerlo. Tal vez acredite más en la humanidad desde que Brasil me mostrará esa cara, era imposible no creer con esas interminables muestras todos los días. La costa en Brasil nunca termina y las montañas a veces me escondían el mar, Brasil juguetón, juega a la pelota, danza de piernas que agita corazones, gritos de miles de almas cuando rueda el balón en todos los estadios y las calles que son el más grande de todos. Brasil de postal más grande que una postal, un cuadro que se chorrea a través del marco, Río de Janeiro se sale de Brasil, lo supera, supera la ficción y el espíritu de sus cantantes de Samba en el barrio villa Isabel y la Bossa nova de Ipanema, sientes las notas de Vinicius de Moraes y sus poemas están incrustados todavía en las aceras, las calles y las mujeres a las que tanto canto. ¿Las Mujeres?, pueblo vivo, piel jugosa, boca definida, ojos para perderse en ellos, ojos que extravían, peligroso animal son todas ellas y cuando abren la boca es para robarte, te roban, te enamoran, te cantan, se cantan, se agitan de la cadera para abajo cuando bailan, ellas corren con soltura por la arena. La canción más famosa de Vinicius ya estaba hecha hace mucho rato, el solo recogió lo evidente, eso hacen los buenos poetas, ponernos a nosotros los parcialmente videntes lo que esta ahí. Mujeres mil, mujeres fatal como diría Sabina, mujeres de Santos para enloquecerse, negras de bahía de ojos verdes para delirar, Cariocas de piel canela para desvariar, rubias del sur que crees que no existen, mininas, garotas, mulherada, cuantos suspiros que son el lenguaje del alma me robaron todas y ahora que la lembrança no muere me roban más. Su corazón es el Brasil mismo de las puertas infinitas que aquí se me abrieron, las de parques para una conversación y un suco, las de la casa a la Beira de la estrada y un almoço, la de un pueblo y un colchón, la de mil ciudades y muchas familias, yo tengo todos los apellidos del Brasil en mi nombre, las de derrocar mitos y abrir puertas de batallones de policía militar para dormir entre armas y más sonrisas, las de cuerpos de bomberos y jugar como niños a salvar vidas, mi vida, bomberos alegres, resumen de Brasil. Tantas familias anónimas que creyeron en mi y me hicieron su hijo por un par de días, tantas comidas que más que llenar mi estomago calmaron mi alma, miles de temperos para temperar la vida, hijos del Feijao, grano mágico que alimenta este pueblo y Latinoamérica toda. ¿Y de la seguridad?, me dijeron que es un país inseguro. Sí claro, el más. Peligrosísimo. Aquí te roban el corazón en cada esquina y te punzan con abrazos en cada puerta y si la cruzas te dejaran solo con afectos en la piel y moretones de cariño. En las mal conocidas favelas te bombardean con música poderosa, pagode, samba, Mpb y entonces tu cuerpo se resiente y se retuerce, viene alguien a salvarte y terminas entrelazado con el danzando. Peligroso es este Brasil sin mas ley que la del cariño para el que llega, aquí existen los secuestros por amor, yo como soy un prófugo de la injusticia tuve que fugarme porque si por ellos fuera todavía estaba como por Manaus donde me secuestro mi primera familia o en Fortaleza donde el mar y una sonrisa de mujer me revolcó o en Recife donde los puentes me llevaban por calles que salían a un lugar que traía música, o en Itabuna o en Vitoria o…mil nombres mil personas, todas ellas peligrosas, hermosamente peligrosas, encantadoramente peligrosas, cautivadoras. En ese Brasil sude las gotas mas dulces pedaleando, bailando, conversando, emborrachándome con cada gota de licor que me dieron y que siempre duraba hasta le amanecer. Brasil no duerme para poder ver el sol que despunta en la montaña o en el inmenso mar, el más grande de todos.
Obrigado por tudo meu Brasil, voceis fican com meu coraçao.

Saliendo del gigante

Había pensado que mi salida de Brasil comenzaba en la ciudad de Curitiba, de allí era cruzar el estado de Paraná y listo, estar en otro país, pero ahora que lo miro en retrospectiva y con gran dificultad escribo estas atrasadas líneas siento que mi salida comenzó mucho mas tarde, cuando partí de la ciudad de Santos en el estado de Sao Paulo. Desde aquel lugar donde también deje otra tajada de corazón todo se me hacia más difícil, cada kilómetro me recordaba las vivencias de lo recorrido, nunca avanzar fue tan difícil. La misma ciclo vía que me recibiera en Santos me llevaría a su salida, esta se extendía y me creaba un puente casi hasta la otra ciudad, era increíble sentir como iba navegando aquella mañana con un mar de bicicletas a mi lado, muchas personas yendo a su lugar de trabajo en esas dos ruedas movidas a motor de corazón, yo me iba alejando y cambiando de paisaje, me iba con el olor de mar en la piel, de la última vez que viera el océano a mi salida de Brasil. Esas mañanas en las que pedaleo después de mucho tiempo estático no se me hacen tan difíciles y ayuda el sol y los abrazos que todavía llevo puestos. Vuelvo entonces a los pueblos y ciudades de paso, esos pasos me llevan a mi primera, Itariri, ruedo con la Dama buscando un lugar donde embarcar y estos brasileros siempre tan de brazos abiertos no demoran en dejarse ver y en invitarte a “Batir un papo”, que no es otra cosa que tener una conversación, este humilde hombre que vende salgados, me confiesa su amor por la bicicleta, los viajes hechos y los que tiene en su cabeza por realizar, me invita a un salgado con suco, siempre le sobra uno de mas para el amigo que llega. Los cultivos de bananas y los guayacanes amarillos, llamado aquí IP amarelo, me llevaron a este pueblo y el camino seguía para ir hasta Cajati donde el sol me azotaba y terminaría durmiendo en un coliseo deportivo acogido por los locales, viendo esa pasión tan brasilera por el deporte y entre volley y fútbol todos pasean por allí, en la noche siempre hay espacio para otra conversación, para preguntarse de donde se es y que es Colombia y que es Brasil y preguntarme que significa la ignorancia sin encontrarle una respuesta, ¿será eso?. Luego en otro trayecto Brasil me vuelve a recordar su magnitud al dejarme perder por horas entre colinas y descensos interminables cruzando por una de sus muchas áreas de protección ambiental, momentos en que solo conversas con la naturaleza y piensas si esa colina que subes te llevara al cielo. El calor del día anterior ahora es frío intenso acompañado con neblina al cruzar al estado de Paraná. Un puesto fiscal de esos que hay a la entrada de cada estado sería mi morada, la carpa de nuevo mi refugio y el ruido de los autos que arrulla, amigos interesados por mis historias y un café en la mañana para empezar a entrar a mi salida. Hasta aquí venia la Dama con sus llantas originales pero hubo el gran campanazo de alerta cuando desde kilómetros atrás ignore el hueco que creció hasta que el neumático se saliera por la llanta, cuestión que no me permitiría llegar pedaleando a mi próxima ciudad, pero se cierra una puerta y se abre otra y por la cercanía de amigos de aquel puesto fiscal viajaría de nuevo unos cuantos kilómetros en camión, en la compañía de esos solitarios seres, zorros de camino, conocedores de cada curva, comedores inquebrantables de kilómetros. Se cruzarían nuestras historias, las de sus veinte años a bordo del volante y la de mis tímidos recorridos de una épica aventura. Otra despedida que rodaba en la pista y así llegaba a mi última capital de Brasil. La fría e impresionantemente organizada Curitiba me recibía. Tuve que rezar mientras pedaleaba en busca de un buen taller de bicicletas para comprar mi primera llanta y con gran suerte lo conseguí allí en pleno centro, puse a mi Dama de radios ardientes de nuevo lista para el combate con otra pequeña reparación que necesitaba. En Curitiba entras a otro Brasil, otra cara de las muchas que tiene. El Sur de la marcada influencia europea, el de polacos, italianos, alemanes, las cabelleras rubias, los ojos verdes y azules que se pasean entre esos guayacanes amarillos que me recibieron, época de ellos para que exploten en las calles y dejen su tapete de flores. La Curitiba de mil parques para perderse en ellos, el del alemán con su senderito de Hansel y Gretel, el de la opera de Arame con su teatro precedido con lago y cascadita, estructura donde se han presentado algunos grandes, el parque de Tangua, tan nuevo tan grande, planta alta planta baja, otro lago otra cascada, vas de aquí para allá, fuentes y jardines, esa es la Curitiba para la gente. También lo es la de la afición al vino, los quesos, las aceitunas, la de su mercado central tan organizado que no parece latinoamericano, con locales donde puedes encontrar todo lo que quieras y entre finos olores y sabores te endulzan el recorrido. Tan común como para encontrar un local japonés en el que no entiendes nada y se encuentran productos rarísimos, así es esta Curitiba tan organizada y pluricultural, con su sistema de buses que copiaran los ingleses de lo efectivo que es. En esta ciudad en algún momento me sentí como si fuera la ciudad menos brasilera que pisara, bares de salsa, mucho rock, otros ritmos mezclados todos, pero su gente, su gente me recuerda que esto es Brasil, que la risa y el calor no se pierden ni con el frío. Familias que me hacen suyo y entre comidas que revientan mi estomago tengo que partir en busca de la frontera, atravesar el frío Paraná. La siguiente parada fue un puesto de gasolina, esos puestos que descubrí como pequeños oasis, por prestar todos los servicios, encuentras un baño de ducha caliente, un buen restaurante para comer, estos puestos que son como pistas donde decolan los grandes camiones van y vienen, esos lugares donde los camioneros son dueños y señores, esos mismos que te brindan un plato de comida y un café para calentar esa fría noche. El día siguiente me traería un pedacito de paraíso en el Chalet do Mel, un lugar salido de la nada allí en medio del camino, una mujer que con su esposo le aposto a la tranquilidad en un bello espacio, una casita roja y blanca con dulces y comida, espacio para camping donde fui rey solitario, valga decir que esta generosa mujer me trato como a un hijo y así seguíamos contrarrestando el frío del clima, con el calor de gente. Llegaría luego a Guarapuava ciudad con ese aire tan Paranaense, es decir, de organización, verde y pequeña, con lagos y cascadas, y como no otra de esas familias que no me dejaban ir de Brasil, otra que entre comidas y charlas amenas me resumía mi paso por el país, la del churrasco y cafés de manha gustosísimos, una ciudad que por estar ya cercana a Paraguay me dejaría escuchar ese ritmo tan propagado por toda Latinoamérica, menos en Brasil, el reggaeton, ya presiento mi próximo país. Luego en Laranjeiras do Soul hasta mi cuerpo hablaría de lo que es la ida de aquí, se resentiría mi salud estando enfermo por un día, yo me seguía llenando de mis familias que no son tan de paso, que las llevo guardadas conmigo con sus cuidados y afectos. El paso hasta la ciudad de Cascavel sería difícil de remontar, muchos kilómetros, pero un paisaje hermoso entre cultivos de maíz y soja, extensas planicies amarillas que me acompañaban y hasta un sembrado de girasoles tendría en mi camino. Cascavel fue solo ciudad de paso, ya tenía que salir como fuera de aquí, sin querer le decía a Brasil que me soltara de sus cariñosas garras. Me faltaban tan solo 144 kilómetros para salir y los quise hacer en dos días, robarme un día más en estas tierras y por supuesto Brasil no decepciono en mi despedida, fue la gota que derramo el vaso de la solidaridad, un hombre me aborda en la calle y me abre las puertas de su casa su familia me cuida ese ultimo día, comemos, charlamos, les manifiesto mi tristeza por tener que dejar su país, al otro día vamos al mercado local de productos frescos, frutas, verduras, carnes, todo listo para un último desayuno y partir momentáneamente de estas tierras a las que necesariamente hay que volver, iba saliendo con un cúmulo gigantesco de imágenes en mi cabeza, con los sentimientos tan revueltos como era posible, iba dejando a Brasil, iba entrando en Paraguay. Las próximas historias serán contadas desde el puente de la amistad, ese que divide o une los dos países hermanos.